El pasado 4 de febrero se produjo un accidente que ocasionó la ruptura en una de las tuberías que transportaba crudo en el Complejo Operacional Jusepín, de la ciudad de Maturín. Esta ruptura originó que se derramara crudo mediano y liviano por más de 12 horas en las cuencas del río Guarapiche, según lo informó Eulogio Del Pino, vicepresidente de Exploración y Producción de Petróleos de Venezuela (PDVSA
martes, 28 de agosto de 2012
CÓMO LAS PERSONAS VIVIENDO EN LA EXTREMA POBREZA PERCIBEN EL DESARROLLO SOSTENIBLE
Por ATD
Cuarto Mundo
“Uno no puede decir nada, ellos son dueños de su empresa, hicieron su muro
para no estar en contacto con la gente de la comunidad.(…) Hay días que no está
ni lloviendo y son “pocos” (mucho) de agua que sale (…) es agua caliente de la
empresa, dicen que lavan las máquinas y esa agua afecta a uno(…) Más allá sale
aceite quemado (…) dicen que no tienen responsabilidad en eso, solo son ellos
de su muro para allá y nosotros acá. Esa máquina que tienen ahí, con la que
muelen el plástico en las noches eso es horrible.” (A. Castillo- El Salvador)
Detrás de la colonia de San Rafael, en la ciudad de Santa Tecla, El
Salvador, pegada a la pared de algunas casas, se instaló una fábrica de
materiales plásticos que vierte todos sus residuos hacia el camino de acceso de
los residentes y también al interior de algunas casas. La tubería de los
desechos químicos sale principalmente a un espacio público, de gran circulación
de gente y en donde juegan los niños; la intención de los responsables es que
todo desemboque en el río, sin asumir ninguna responsabilidad por eso, tampoco
por la gente que es afectada. Además, está el funcionamiento de las máquinas
con el ruido y la vibración que eso provoca día y noche afectando a la
vecindad.
La gente aguanta sin poder reclamar derecho alguno a los dueños: está el
grave riesgo de contaminación química, la falta de silencio, principalmente por
las noches, y una desidia completa por las fisuras que comprometen la
estructura de las casas. Dudan de la influencia que puedan tener para hacer
cambiar la situación; no saben en quién confiar para defenderse.
Síntesis de entrevistas hechas entre
octubre 2011 y enero 2012, con la ayuda de hombres y mujeres de Honduras, El
Salvador, Guatemala y Brasil para preparar Rio+20.
1. Introducción
“Nosotros somos guajeros, estamos haciendo un bien al planeta porque
sacamos toneladas de cosas del botadero. Para las personas, esas cosas ya no
valen nada. Pero, para nosotros, aparte que es una entrada de dinero, estamos
haciendo algo mejor para nuestra familia pues, para nuestros hijos, para los
que siguen después de nosotros. Estamos dejando un mejor planeta.” (D. Sorto)
En las zonas desfavorecidas y olvidadas de nuestras ciudades y países es
donde se notan los peores efectos de la degradación ambiental asociada a la
exclusión social y económica. Vemos la situación de comunidades sin los
servicios básicos para un desarrollo humano en condiciones dignas, encontramos
a adultos, jóvenes y niños que son obligados a trabajar con riesgo permanente
de sus vidas para sacar el mínimo para la supervivencia, donde familias se ven
obligadas a vivir en áreas muy vulnerables para resguardar la seguridad que
proporcionan los lazos construidos en comunidad, invisibles a las
intervenciones de los gobiernos y agencias internacionales.
Esta es la realidad cotidiana de las personas entrevistadas en Honduras, El
Salvador, Guatemala y Brasil 1. Sus palabras nos cuentan las injusticias que
viven, pero sobre todo, su pensamiento y sus acciones en la lucha por unas
mejores condiciones de vida en su comunidad.
2. Situación ambiental
Las entrevistas nos confirman que, en general, las “favelas”, los
asentamientos, o sea, los barrios donde viven los más pobres están formados por
personas que, por distintas razones, encuentran ahí su única posibilidad de
tener un techo. Por no vivir en la calle o debajo de un puente con sus
familias, poco a poco las personas levantan chabolas o “barracos”, logran
adquirir una mínima infraestructura, a veces llegan a pagar por sus terrenos y,
generación tras generación, se forma un sistema de vida complejo y carente, que
exige mucha más fuerza y resistencia para prosperar, sobre la cual sólo los que
la viven pueden hablar.
Igual que en Honduras y El Salvador, las comunidades pobres viven muchas
situaciones difíciles por causa de inundaciones, de la contaminación del aire,
de la mala infraestructura de las viviendas, del escaso o inadecuado apoyo del
Estado, de la falta de trabajo y de múltiples desafíos para vivir bien en
comunidad. Aun así, tampoco dejan de buscar día a día soluciones posibles para
mejorar la vida familiar y colectiva o reconocer los avances que logran por el
esfuerzo de una generación a otra.
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